Seguramente los has visto en muchas publicaciones de redes sociales sobre Portugal. Son sus característicos azulejos, cuyos elaborados diseños decoran las paredes de muchos edificios emblemáticos del país luso.
La palabra Azulejo deriva del árabe “Al-zuleique” o “Al-zillij”, que significa «piedra pulida», ya que la idea original era imitar el mosaico bizantino y romano.
Son los árabes quienes llevan la técnica a la península Ibérica. A partir del siglo XV, los azulejos ganan popularidad en Portugal, “país que los adoptó de forma única, como ningún otro país europeo”, señala al respecto el sitio Visit Portugal.
El espaldarazo definitivo llegó en la segunda mitad del siglo XVI, con la llegada de artesanos flamencos, quienes trajeron sus conocimientos y experiencia con la nueva técnica. Se dio inicio así a la producción de azulejos en Lisboa.
Un magnífico ejemplo del nivel alcanzado por los artistas de la época, y una de las muestras más antiguas que aún pueden verse en Portugal, es el retablo de Nossa Senhora da Vida (1580) actualmente en exhibición en el Museo Nacional del Azulejo, en la capital lusa.
“La multiplicidad de soluciones y ofertas en los azulejos portugueses con dibujos, provenientes de aquel período, no tiene ninguna paralela en otras producciones europeas”, dice al respecto la página dedicada al tema en Google Arts & Culture, que ofrece una excelente selección de imágenes de los distintos tipos de estilos que fueron configurando la identidad portuguesa de este elemento.
El azulejo portugués sin duda es una bella forma de arte ornamental, pero también tenían una capacidad funcional específica, como es el control de la temperatura en los hogares.
Actualmente, podemos encontrar azulejos no solo en el interior y exterior de iglesias o edificios antiguos: también los vemos en bares, en las estaciones del metro de Lisboa – que cuenta con obras de artistas portugueses como Maria Helena Vieira da Silva o Júlio Pomar– o en estaciones de tren antiguas, como la de São Bento, en Oporto.
Quizá a estas alturas te estés preguntando: ¿qué puedo hacer para ver en persona esta belleza?
Vivir en Portugal, ya sea trabajando remoto, con contrato por parte de una empresa local, disfrutando de tu retiro o gracias a tu pasaporte portugués: todas estas opciones son posibles, si bien algunas dependen de tus antepasados.
Por ejemplo: los nietos de abuelos portugueses tienen derecho a la nacionalidad. Se debe aportar documentación que acredite el estatus de tus parientes, además de antecedentes personales; también se debe comprobar un nivel básico de manejo de la lengua portuguesa.
Puedes vivir en el país luso como Nómada Digital. Para ello debes acreditar que cuentas con ingresos superiores a 4 salarios mínimos portugueses. Un incentivo es que si mantienes tu residencia legal en el país por 5 años, puedes iniciar tu proceso de nacionalización.
Un detalle a tener en cuenta: recientemente, España y Portugal fueron considerados entre los 10 mejores países para el trabajo remoto, a nivel mundial. Además, ambos países están en el top 10 de lugares donde vivir como nómada digital.
Para los que tienen rentas pasivas estables, existe la Visa D7. ¿Qué se considera rentas pasivas? Ingresos que no vengan de una actividad laboral, como por ejemplo rentas de propiedades, o de inversiones, o de pensiones, etc. La Visa D7 se orienta a los pensionados, y es necesario demostrar ingresos pasivos estables desde €820 por 12 meses.
Por supuesto, también está la opción de residencia por inversión a través de la Golden Visa, que en el caso de Portugal es uno de los programas más atractivos de Europa. Permite obtener la ciudadanía en solo 5 años sin necesidad real de residir en el país: basta con pasar solo 14 días cada 2 años. Y al cabo de 5 años se puede solicitar el pasaporte. En esta vía, existen alternativas de inversión desde €500.000.
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